En la reciente entrega de los
resultados de la Prueba PISA 2022, México se encuentra nuevamente en una
posición preocupante, ubicándose en el lugar 51 de 81 países evaluados. Los
estudiantes mexicanos, una vez más, exhiben un notorio rezago educativo en comparación
con estándares internacionales en matemáticas, lectura y ciencias. La pregunta
obvia que surge es: ¿cuánto tiempo más permitiremos que esta crisis educativa
persista sin una acción significativa?
Desde el año 2000, México ha
participado en el programa PISA, y aunque han pasado más de dos décadas, los
resultados siguen sin reflejar un avance sustancial. La pandemia de COVID-19
ciertamente ha exacerbado los problemas existentes, pero los especialistas
advierten que la tendencia a la baja en los conocimientos y habilidades de los
estudiantes mexicanos es una realidad que se arrastra desde hace al menos 15
años.
Uno de los aspectos más
alarmantes del informe PISA 2022 es el rendimiento en matemáticas, donde México
ha retrocedido a niveles observados por última vez en 2003. Este retroceso
debería ser una llamada de atención urgente para replantear completamente las
estrategias educativas implementadas en las últimas dos décadas. ¿Cómo es
posible que las reformas no hayan logrado revertir el bajo desempeño escolar y,
en cambio, lo hayan exacerbado?
Los datos sobre la seguridad
de los estudiantes en su entorno educativo también son inquietantes. El 22% de
los alumnos mexicanos no se siente seguro en su camino a la escuela, y un
preocupante 19% de las niñas y 17% de los niños son víctimas de acoso escolar
más de dos veces al mes. Estos factores no solo afectan el rendimiento
académico, sino también el bienestar emocional y psicológico de los
estudiantes.
La Secretaría de Educación
Pública (SEP) ha respondido a estos resultados con una defensa que parece más
un intento de esquivar la responsabilidad que asumirla. Argumentar que la
prueba PISA "no considera las condiciones reales en las que se desarrolla
el trabajo docente" es simplemente una distracción. Es necesario abordar
la realidad de la educación en México, evaluar críticamente las políticas
implementadas y buscar soluciones efectivas.
La SEP admite que era
necesario un cambio en el modelo educativo, pero las afirmaciones de que los
resultados no demuestran cambios significativos son difíciles de reconciliar
con la realidad presentada por la prueba PISA. La falta de mejoras sustanciales
a lo largo de los años demuestra que la retórica de cambio ha quedado corta en
la implementación y ejecución efectiva.
La sociedad civil y los
educadores deben presionar por un cambio real y sostenible en el sistema
educativo mexicano. Es hora de dejar de lado las excusas y abordar de frente
los problemas fundamentales. México no puede permitirse seguir relegando la
educación a un segundo plano. La calidad de la educación es la clave para el
progreso y el desarrollo futuro del país, y es responsabilidad de todos
garantizar que se realicen los cambios necesarios para lograrlo.
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